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lunes, 23 de noviembre de 2015

NOTA DE OPINIÓN: UNA NUEVA ETAPA -MACRI PRESIDENTE

El 22 de noviembre de 2015 debería quedar en la historia como el día en el que la derecha regresó al poder en la Argentina. Lo hizo en democracia y con el voto ciudadano. Desde ese punto de vista resulta incuestionable y está dentro de las reglas que la misma democracia impone. Es positivo que el sistema democrático funcione y se consolide.
                                                                  
Desde el punto de vista político es lamentable que desde las urnas haya surgido una decisión que, sin duda, perjudica al campo popular. Tampoco debería equipararse la derrota electoral con capitulación de un “modelo”, entendido éste como una forma de ver el mundo que pone en el centro al ser humano gozando en plenitud de sus derechos. Porque las banderas no se bajan ni se negocian. Sobre todo si están impregnadas de derechos esenciales. Es un retroceso, sin duda. Y también una batalla que comenzó a perderse mucho antes de las elecciones presidenciales.

¿Cuáles son las diferencias con otros gobiernos de derecha? Es diferente la composición de la alianza ganadora si se la compara con otras manifestaciones de derecha en el pasado. Porque Cambiemos reúne a una fuerza tecno pragmática que dice descreer de las ideologías pero se aferra a los principios básicos del neoliberalismo, con el sector más conservador y retrógrado de un partido tradicional como el radicalismo que tiró por la borda la perspectiva nacional y popular que otrora lo caracterizó. No menos importante es que la coalición triunfante carece de coherencia política e ideológica: su unión está basada en el “anti” antes que en acuerdos programáticos o políticas. Habrá que ver cómo se traduce esta situación en el ejercicio del gobierno.

El resto de las diferencias de este Cambiemos encabezado por Mauricio Macri con otras expresiones de derecha son apenas el resultado del cotillón electoral. Los gestos adustos y las formulaciones categóricas dejaron paso esta vez al canto, al baile y a los globos acompañados de un discurso marketinero que se pretende cercano “a vos”, que habla de “construir juntos” y hasta de “solidaridad” y de dejar atrás “los enfrentamientos” como si éstos no fueran el resultado obvio de la conflictividad social y de intereses encontrados. Acompañado por la música ejecutada por Jaime Durán Barba, el discurso de Cambiemos fue capaz de ajustarse al ritmo de las encuestas y de lo que “la gente” quiere escuchar, sin reparar en contradicciones y mentiras evidentes que, por cierto, no han sido apreciadas o sencillamente desestimadas por la mayoría de la ciudadanía que sufragó.

Pero resulta por demás ostensible que en cuanto le sacan el bozal a sus más encumbrados dirigentes el cotillón electoral de Cambiemos queda de lado y se pone al descubierto su verdadera perspectiva ideológica en expresiones como las de Marcos Aguinis insultando y repudiando a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para acompañar la frase de que “se acabó el curro de los derechos humanos”, o Alfonso Prat-Gay despreciando la posibilidad de que algún ciudadano de esos lugares que los porteños llaman “el interior” llegue con posibilidades a la presidencia o las de Juan Aranguren sosteniendo que “el autoabastecimiento energético no es relevante” o las del propio Mauricio Macri recordando que “el salario es un costo más” aunque luego se desdiga en campaña.

Ahora las cartas están echadas. Ya no hay vuelta atrás. En democracia no se cuestionan las decisiones electorales de los ciudadanos. Y ojalá nos vaya bien a todos, derrotando así la mirada pesimista de quien escribe estas líneas convencido de que este es un momento triste para la sociedad argentina pero esencialmente para los pobres, los trabajadores y los actores populares del país y, por añadidura, de las otras naciones de la región sudamericana.
¿Qué se puede esperar? Es probable que todo lo que se pueda decir ahora, en medio del viento de cola que supone la euforia ganadora, sea rápidamente inscripto en la “campaña del miedo” como se la tituló en las últimas semanas. El PRO y Cambiemos venden alegría y esperanza. Pero no es ilógico esperar que la alianza que gobernará desde el 10 de diciembre convoque a los factores de poder que la apoyaron para producir en escasas dos semanas una especie de “golpe de mercado” que dispare los precios “preventivamente”, que impulse hacia arriba la cotización del dólar ilegal, también “para evitar pérdidas” y que como consecuencia se produzca una inevitable caída del salario real. Por supuesto que todo ello tiene que ocurrir antes del 10 de diciembre por un doble motivo: para endilgar todas las responsabilidades al gobierno saliente y para que las primeras medidas de los nuevos administradores se presenten como “inevitables” y “salvadoras”. Esta historia ya la vivimos.

Después de ese impacto inicial seguramente habrá gradualidad en el ajuste, pero ajuste al fin. No es “meter miedo” analizar las consecuencias de las medidas ya anunciadas: recorte del gasto social y de los subsidios, devaluación y libre flotación de la cotización de las divisas extranjeras, apertura irrestricta de las importaciones, pago a los “fondos buitre” y endeudamiento internacional.