El pequeño Alan Mijail Castillo de 7 años de la localidad bonaerense de Merlo es amigo y ayuda permanentemente a un hombre que vive en la calle.
Goleador dentro y fuera de la cancha es Alan Mijail Castillo, un pequeño de 7 años de la localidad bonaerense de Merlo, quien defiende los colores de los clubes Solanet y Vélez Sarsfield. El niño no solo deslumbra en el campo de juego, sino que también se destaca por su humildad y su vocación por el prójimo, llevando a cabo una muestra admirable de solidaridad con un hombre de la calle, a quien le lleva comida cuando se dirige a su entrenamiento en la entidad de Liniers. “Es mi amigo y quiero ayudarlo”, reflejó Alán a Crónica, impulsor de una acción huminataria que organiza su club de barrio para con el hombre y demás personas en su misma situación.
El distinto, el goleador del Solanet que maravilló a un caza talentos de Vélez y desde hace tres meses se incorporó al Fortín, también representa una historia de vida emotiva, digna de resaltar y hasta imitar.
A Alán Mijail Castillo, de 7 años, no solo lo apasiona la pelota, ni esmerarse día a día por ser el mejor alumno de su clase, sino también que le quita el sueño dar hasta lo que no tiene a quienes padecen necesidades. Justamente semejante vocación comenzó a ponerla en práctica una tarde cuando en compañía de su fiel compañera, Celeste, su propia mamá, descendió de una unidad del Ferrocarril Sarmiento, en la estación de Villa Luro y a sus pocos pasos, camino al polideportivo, observó que un hombre dormía en la vereda.
“El había comprado unos chocolates en el tren e íbamos caminando, hacía mucho frío y estaba lloviendo. En ese momento vimos al señor y él me pregunta: '¿Le damos uno?'”, le relató a este medio la madre de Alan. “Entonces cuando se lo da, lo toca y nota que el hombre tenía las manos frías y me vuelve a decir: 'Mami ¿Qué te parece si le traemos algo de comer cada vez que venimos?'”, agregó la joven. A partir de entonces cada lunes y jueves, “Yo preparo la comida al mediodía y le aparto una porción en un tuper que Alan lo guarda en su botinero. El dice que esa comida es para su amigo”.
Por su parte el gran protagonista de esta emotiva trama, con su ternura y una humildad notable, expresó: “Cuando le toque las manos, estaban muy frías y le pregunte si tenía frío. El me dijo que estaba acostumbrado a tener frío”. A su vez, el pequeño reflejó sus primeros contactos con“Carlitos”, su nuevo amigo: “Cuando le di ese chocolate, me dijo 'gracias' y me dieron ganas de ayudarlo”. Por lo tanto, “cuando subo al tren lo primero que quiero es comprarle algo. Las últimas veces le llevé chocolate para que le de calor al cuerpo”.
No obstante, el indigente, quien Alán remarcó: “Es un señor viejito que se tapa con basura”, les manifestó al niño y a su madre su satisfacción ante semejante ayuda: “El hombre está feliz con él. El lunes cuando le llevamos la comida le dijo: '¿Sabes hace cuánto que no comía polenta con tuco? ¡Que rica que estaba!' y Alán orgulloso le respondió: 'Mi mamá la hizo. El jueves te traemos más'”.
Cabe enfatizar que así como su hijo elude rivales en una cancha, Celeste sortea las dificultades económicas, redoblando su esfuerzo para que a sus cuatro niños no les falte nada: “Yo trabajo toda la noche, vuelvo a casa, me pongo a lavar la ropa, les preparo la comida, estoy con mis cuatro hijos y lo llevó a él a los entrenamientos”. Un esfuerzo que ella misma justifica en: “Si no hago ese sacrificio ¿Cómo le enseño yo a los chicos esos valores? El sacrificio es algo fundamental que tienen que aprender”.
Impulsados por la solidaridad de Alán, desde el club Solanet comenzaron a organizar una iniciativa para ayudar no solo a Carlitos sino también a todo aquel que vive en situación de calle. Una campaña a la cual puede sumarse a través del Facebook: “Los Pekes de Solanet” o acudiendo a la entidad, situada en Pedro Solanet 825, de Merlo.